Límites en los niños, ¿Misión imposible?

 Escrito por Bianca Manrique López Psicoanalista

¿A veces tienes la sensación de que te la pasas discutiendo todo el día con tu(s) hijo(s) o que por el contrario terminas cediendo para no discutir? Las dificultades a la hora de ir a la cama, el baño, con los dulces entre comidas, recoger los juguetes, terminarse la comida o permanecer sentados durante ella,  entre muchísimas otras, en ocasiones hacen que pensemos que poner límites es en verdad una misión imposible.

Tratar de establecer límites, como parte de la tarea de educar, nos enfrenta con diversas dificultades que la mayoría de las veces tienen que ver con la imposibilidad de encontrar un equilibrio entre el autoritarismo y la permisividad. Varios factores se conjugan para que esto sea así: los padres de hoy, somos una generación en búsqueda de sanar las heridas provocadas por el autoritarismo prevaleciente en la forma de educar de nuestros propios padres; es decir, no queremos educar a nuestros hijos de la misma manera en la que fuimos educados y en ese camino, en ocasiones terminamos llegando al extremo opuesto y negociamos en demasía con nuestros hijos (“Ándale, hoy comemos esto y mañana te hago lo que a ti te gusta”), cuidamos en exceso cómo les pedimos que hagan o dejen de hacer algo (“Mi amor, ¿me ayudas a recoger tus juguetes por favor?), nos preocupa decirles que no cuando quieren algo (“Al ratito”, “A lo mejor”, “Vamos a ver”), etc. La misma consecuencia tiene en muchas ocasiones la culpa de la que somos presas por ser padres o madres que trabajan y que no pasamos suficiente tiempo con nuestros hijos y compensamos con permisividad la falta de tiempo; el temor a perder el amor de los hijos por ser demasiado estrictos o a renunciar a ser siempre buenos nos dificulta también ejercer una de nuestras funciones que es el establecimiento de límites.
Muchas veces se les ha dado a los límites una connotación negativa al pensarlos únicamente como algo que restringe, sin embargo, en última instancia los límites tienen una cualidad protectora, además de formativa. A través de ellos evitamos que los niños hagan cosas peligrosas, los ayudamos a que aprendan a autorregularse, los guiamos en su camino y los preparamos para la vida.
Ahora bien, ¿qué características deben de tener los límites para ser efectivos? Deben ser enunciados de manera clara y objetiva para que el niño pueda entenderlos (“Para pararte a jugar, tienes que terminarte tu comida”), deben ser establecidos de manera consistente, es decir, que se aplican cada vez que se presenta la misma situación (Si no está permitido comer en la cama, debes asegurarte de que así sea todas las veces y no algunas veces sí y otras no) y por último, deben de ser coherentes con lo que el niño observa de sus padres, recuerda que se enseña con el ejemplo (Si le dices que no debe mentir y cuando alguien llama por teléfono y le dices: “Dile que no estoy”, te estás contradiciendo).
A la hora de establecer límites recuerda:
¡NO!
  • A hacer amenazas y no cumplirlas: “A la próxima vas a ver”, “Si no te portas bien vas a ver con tu papá”.
  • A amenazar con retirar el amor: “Si sigues así ya no te voy a querer”.
  • A decir no porque no: “Porque no se me da la gana”.
  • A comparar: “¿Por qué no puedes ser como tu hermano?”, “Los demás niños sí se portan bien”.
  • A luchar por el poder, (recuerda que tú lo tienes) y entrar en discusiones que no van a resolver nada.
  • A ofrecer sobornos: “Si dejas de llorar te compro un dulce”, “Si te portas bien en la escuela te compro un juguete”.
¡SÍ!
  • A ser más afectuoso y poner el acento en lo que sí está  permitido: “No te puedes comer el gansito ahorita, pero lo podemos guardar para que te lo comas de postre”, “Mi amor, hay muchas cosas con las que puedes jugar, pero no con la computadora de Papá”.
  • A imponer límites razonables, por ejemplo que se quede sentado a la mesa mientras termina su comida, pero no durante toda la sobremesa de los adultos.
  • A resolver las situaciones en el momento, no dejarlo para después, porque es frecuente que los niños lo olviden rápidamente.
  • A permitir reparar el daño cometido, “Te acompaño a que le ofrezcas una disculpa a Alex porque lo lastimaste”, “Vamos  a pegar el juguete que rompiste”.

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