Escrito por: Mariel Hernández Maldonado
Cientos de niños alrededor del mundo padecen autismo, un trastorno idiopático que sin importar la raza, estatus o salud biológica puede aparecer de un momento a otro. Por las características que estos niños comparten, las madres suelen compartir también ciertas cosas como el miedo por la independencia e inserción a la sociedad, pues estos niños se aíslan de su entorno pareciendo que no están presentes cuando se les habla; viven ausentes del mundo y sus familiares.
Ya que es una situación creciente en diferentes partes del mundo se ha desarrollado centros especiales para atender las necesidades de los niños que padecen autismo y Chihuahua no es la excepción; el Instituto José David ha ayudado a cientos de niños a trabajar con sus emociones y a aprender a convivir un poco más con su entorno empezando a mostrar más interés y por lo tanto a ser un poquito más independientes. En este Instituto también se hace trabajo con la familia de los niños, pues son ellos el medio de desarrollo a través del cual los afectados pueden re integrarse al mundo.
El caso de Ricardo es un caso especial, pues su autismo es muy pronunciado y la familia ha tenido que re organizar su vida de manera que se adapte a la de él, pues dice la madre, Mary, que es imposible que él haga algo por sí mismo si no están sus padres o sus hermanos mayores. A decir de Mary, muchos niños entran al Instituto con problemas de autismo y han logrado integrarse a las rutinas de su familia, sin embargo Ricardo no lo logra y a pesar de ser un niño muy afectivo, no colabora en el momento de realizar tareas por sí mismo.
Las familias tienen que trabajar unidas para saber tratar a un niño autista pues la adaptación y el aprendizaje son problemas muy marcados para ellos, pues necesitan de estructuras muy definidas y rutinas muy estrictas para lograr aprehender algo tan sencillo (para los demás) como el lenguaje; niños con casos severos de autismo como el caso de Ricardo, no tienen instaurado el lenguaje y la comunicación con ellos es difícil y la paciencia puede llegar a agotarse si no se tiene todo el compromiso de la familia para trabajar con él.
Detectar los síntomas del autismo puede llegar a ser confuso pues los niños muy introvertidos llegan a tener actitudes similares sin ser necesariamente autistas, por lo que en este Instituto se enseña a los familiares a detectar cambios importantes en el comportamiento de sus hijos para poder actuar desde el primer momento por medio de terapias y educación especializada que les ayude a desarrollar las capacidades sociales.
Según Patricia Portillo, coordinadora del programa de autismo del Instituto, las señales de alarma se presentan desde las primeras etapas del desarrollo, pues existen niños que no lloran por nada, no desarrollan el lenguaje, nunca establecen contacto visual con quien los interpela, no extienden los brazos a las personas que intentan cargarlo y si tras la insistencia se les levanta, se ponen rígidos rechazando el cuerpo ajeno.
Es importante no perder la paciencia cuando estemos ante un niño con autismo, si siente que no puede más, acuda con un profesional.
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